Esto es lo que estamos transmitiendo con las acciones que los adultos, los que mandan, llevan realizando desde que empezó todo el problema del COVID 19. Al menos es lo que les estamos transmitiendo a ellos. Pero claro, como no se quejan, podemos actuar contra ellos como ejemplo de que se están tomando medidas y así tener la conciencia tranquila ya que «se está intentando hacer todo lo posible».
Yo vivo en una zona donde todos los días puedes tomarte algo en una terraza casi a cualquier hora y donde los jóvenes disfrutan de su etapa universitaria al máximo, con todo lo que eso conlleva. Mi barrio, además de tener mucho ambiente por toda la gente jóven que vive aquí, tiene muchas zonas de parque, en las que los niños pequeños pueden jugar y donde disfrutan de lo lindo al aire libre. Estas zonas fueron las últimas en abrirse tras el confinamiento, detrás de los bares, las tiendas, los toros… en fin, ya conocemos la historia.
Ahora los parques, al menos durante las últimas semanas, se han convertido en lugares donde los jóvenes hacen su botellón o simplemente socializan por la noche, por supuesto sin mascarilla, sin distanciamiento y sin ningún cuidado. Al vivir en un primero puedo dar fe de todo esto de primera mano, lo oigo y lo veo yo mismo. Y por las mañanas la prueba de ello está en los restos que me encuentro cuando bajo a mis hijos para ir al colegio.
Esta actitud rebelde, propia de los adolescentes, es algo normal que muchos hemos manifestado con esa edad de distintas formas. Pero ahora mismo es la que está haciendo que muchos de ellos, que no se contagiaron en los momentos más graves de la pandemia porque estaban en casa confinados, sean ahora los que están sufriendo las consecuencias de sus actos irresponsables.
Los adultos, la mayoría, ya estamos concienciados, llevamos la mascarilla, tenemos cuidado y adoptamos todas las medidas que se nos dice, aunque no estemos de acuerdo con algunas de ellas. Siempre hay excepciones, pero la mayoría tenemos trabajo y familia y conocemos las consecuencias que trae un nuevo confinamiento, o que te contagies gravemente.
Los niños, en cambio, no entienden la situación, pero obedecen, no les queda otra. Y en lugar de poner medios para que su vida se vea afectada lo menos posible, nos dedicamos a prohibir los parques. Los parques, esos sitios a los que los niños acuden con mascarilla, con sus padres siempre atentos, en los que si cuando llegas hay mucha gente, decides que no es seguro y te vas a buscar otro. Los parques, que son los lugares de socialización, de ejercicio y de diversión de los niños, esos los cerramos pero no los nuestros… hipocresía pura.
Ahora cierran los parques, pero no pasa nada, te los puedes llevar a los bares, esos en los que las terrazas son más grandes que nunca, donde la gente va sin mascarilla, habla, grita y expulsa sus «virus» al aire y donde no hay distanciamiento social, no nos engañemos. Nadie se quejará en voz alta, nadie se manifestará, a nadie le importará porque como ellos no votan, no protestan y no generan riqueza… o sí, no cuentan.
No estoy en contra de que se cierren los juegos infantiles de los parques, si es necesario que se haga. Pero, ¿por qué una vez más se actúa primero contra los que siempre siguen las normas y son más responsables? Por que no ponemos medios para hacer que los adultos obedezcan poniendo más controles, sanciones más duras, etc… en lugar de volver a hacer sentir a los niños como los culpables de esto?
Si tú no puedes ir a jugar pero tu padre si que puede ir al bar, a hacer deporte, o quedar con sus amigos… ¿que pensarías? Que has hecho algo mal ¿no? Pero claro, nunca nos ponemos en la piel de los niños porque no son personas, son niños.
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